Aunque su nombre parezca un exótico ingrediente, con este término se define un estilo de decoración importado de Japón. Una nueva ola de restaurantes con un encanto acogedor prodigan un nuevo lujo basado en lo elemental.

Paredes encaladas o con el ladrillo visto, cañerías al descubierto, muebles decapados y como sacados de un contenedor, madera vieja, hiedras trepando por celosías en el interior, toques rurales en flores de lavanda… Una tendencia que recorre los locales Dray Martina, Maricastaña, Le Cocó o Bon Vivant.

Los decoradores y los arquitectos de interiores han resucitado este antiguo estilo japonés, que no sólo habla de la estética, sino que también es una filosofía de vida. Se llama Wabi Sabi: un concepto que ensalza la belleza de la soledad y convive a gusto con la caducidad de los elementos.

Este modo de vida busca la asimetría, lo imperfecto, la relajación ante las líneas estrictas. Además acepta el paso del tiempo y no disimula sus efectos; busca la unicidad en el hacer propio de cada persona, ¡DIY!

Quizá por esto, aunque nos quejemos de que son todos iguales, nos gustan tanto estos restaurantes y, efectivamente, siempre están abarrotados.

Imágenes: D.R.