Imagen: Diane Kruger @dianekruger

En los últimos años, los productos y rituales de belleza de Corea del Sur, un país con una boyante industria cosmética, han sobrepasado fronteras y ocupan un hueco cada vez más amplio en las secciones de belleza de occidente. Y no es para menos porque, visto el cutis impoluto y fresco de las coreanas -lo que se dice una piel de porcelana-, ¿quién se podría negar a probarlos?

Uno de los productos más curiosos exportados del país asiático son las mascarillas faciales fabricadas con celulosa y empapadas en ingredientes filmógenos con distintos tratamientos (iluminador, hidratente, etc). Aunque a la hora de ponerse una es aconsejable alertar a quien esté en casa para evitar sustos, lo cierto es que funcionan como una bomba de hidratación para la piel; son las aliadas perfectas para una eventual operación rescate.

Imagen: Karolina Kurkova @karolinakurkova

Las sheet masks, como se las conoce coloquialmente en inglés, estaban viviendo su momento más dulce hasta que la perdiodista Tracy E. Robey publicara esta misma semana en la revista Racked un artículo de investigación que ha mancillado su prestigio. Robey revela cómo muchas de estas mascarillas, por lo general las más baratas, son dobladas por amas de casa coreanas en su tiempo libre en condiciones higiénicas cuestionables y en una situación laboral muy precaria. Las redes sociales se han hecho eco en los últimos meses de algunas irregularidades que han encontrado en ellas, como cabellos, puntos negros y olor a tabaco. Sin embargo, es importante matizar que se trata de casos más bien aislados, aunque ciertamente inquietantes.

Imagen: @dotourcom

El escándalo afecta tanto a pequeños productores como a grandes marcas, y aunque las más importantes (Mediheal, SNP, Forencos) han sido raudas en confirmar su desvinculación de tales prácticas, existen pruebas de lo contrario. Es pronto para aventurar cómo perjudicará esta polémica a la venta de mascarillas coreanas y en qué medida pagarán justos por pecadores. Como consumidores nuestro deber es ser más cautos y elegir marcas que respeten los estándares higiénicos y que puedan certificarlo.